¿Alguna vez pensaste…?
¿Alguna vez tu alma se vio tan inquieta, de modo tal que nada ni nadie podía detenerla al pensar en la inmensidad de Dios?
¿Alguna vez te detuviste a considerar que Dios sigue llamando a sus discípulos a que lo ayuden en la obra redentora?
¿Alguna vez se te pasó por la cabeza que quizás podría estar llamándote?
¿Alguna vez pensaste que podrías tener vocación a la vida consagrada o al sacerdocio?
Dios envía a cada uno, según Su voluntad, la vocación que le conviene para alcanzar la salvación eterna que, normalmente, se ve comprendida entre el matrimonio y la vida consagrada. Es justamente a este último modo de vivir según Dios que queríamos referirnos en estas breves páginas, en especial, porque creemos que – a pesar de que existe un mar de libros al respecto – nunca es poco lo que sobre el tema pueda decirse.
Lejos de lo que se piensa, Dios sigue llamando, hoy y siempre, a muchos hombres y mujeres a participar más íntimamente de la obra de la salvación; no es preciso ir a buscarlos muy lejos: están allí, entre nosotros. Son almas nobles que no desean otra cosa que inmolarse por Dios y su Iglesia; almas grandes que sólo buscan hacer algo de bien en estos tres o cuatro días que tenemos de vida; almas que desean almas…
Sin embargo, muchas veces los llamados de Dios se hallan escondidos, como escondidos están los tesoros, las perlas y los diamantes, ¡sólo hace falta descubrirlos! La vocación es eso: el tesoro de Dios para Su Iglesia; sólo es necesario descubrirlo, custodiarlo y sacrificarse por él. Nuestro Señor, ciertamente, nunca dejó ni dejará de enviar obreros a su mies, pero puede suceder – y lamentablemente ha sucedido en los últimos años – que muchos hombres y mujeres se sientan casi desamparados por la falta de criterio al tener que tomar una decisión trascendental como lo es la elección de estado para la vida sacerdotal o religiosa.
Pero… “¿puede ser que Dios siga llamando a pesar de lo mal que va el mundo?”
¡Claro que sí y a gritos! Según aquel gran patrono de la juventud que fuera San Juan Bosco, más del 30 por ciento de nuestros jóvenes católicos tienen vocación sacerdotal o religiosa, aunque muy pocos sean conscientes de ello.
Son muchos, muchísimoslos jóvenes católicos que en algún momento han sido llamados a un estado de vida de mayor entrega por el Reino de los Cielos. Sin embargo, sucede que pocos han sabido reconocerla y muchos menos alimentarla. Además, hay al respecto una idea general bastante errada de lo que realmente significa el llamado a la vida sacerdotal o religiosa: hay quienes piensan que todo se debe a educación impartida por la familia, o a un “don especial” que se trae desde siempre.
Por otro lado, en los mejores ambientes llega a comprenderse, al menos en abstracto, que la vocación sacerdotal o religiosa es un regalo de Dios y que hay que rezar por su incremento, pero frecuentemente en esos mismos ambientes no siempre se pasa de esa idea teórica al juicio práctico de preguntarse:
“¿Y si Dios me llama para sersacerdote?”
O
“¿Y si Dios quiere que sea religiosa?”
Son estas, en más o en menos, las preguntas que nos han movido a escribir las siguientes líneas; no intentaremos, por lo tanto, hacer una especie de tratado acerca de la vocación religiosa o sacerdotal, sino simplemente se trata de dar una pequeña ayuda para aquellos que deban discernir o ayudar a discernir, si Dios los llama o no, a ese estado de vida.
Con las presentes páginas, que intentan seguir en todo la doctrina de los santos y maestros autorizados, deseamos brindar una ayuda para definir si es que Dios llama o no a alguien a la vida sacerdotal o religiosa. Nuestra idea es tranquilizar ante toda incertidumbre que aún mantiene al alma en un estado de indecisión, para hacerla reposar finalmente en las verdes praderas de la voluntad de Dios.
Javier Olivera Ravasi, Alguna vez pensaste.