Una arboleda tupida, el empedrado característico de La Horqueta y el canto de los pájaros dan un marco muy distinto al encuentro con Gastón Remy. Basta con abrir el portón de dos hojas para entrar al jardín de la que define como “la casa” y donde se desarrolla el epicentro de su sueño emprendedor: Nuqlea.
Allí surge el concepto de “office home” con un signo distintivo desde el origen. Esta casa los convoca sin horarios, sin estructuras pero con un punto en común: comparten entrenamiento, trabajo y un propósito en un contexto muy distinto. “Después de la pandemia algunos de mis socios incluso dormían en la casa. Se trata de un eje muy simbólico de la horizontalidad que tenemos y que buscamos. Trabajamos para salir de la lógica piramidal por una de organización circular con objetivos concretos”, señala sonriente Remy, quien no duda en referirse a este como el proyecto de su vida, en el segundo capítulo de la temporada tres de “Hacedores que inspiran” de LA NACION + EY. No es una definición más para quien durante 15 años ocupó posiciones de liderazgo en las industrias química, petroquímica y de energía. Abogado por la Universidad de Buenos Aires con un master en leyes en la Universidad de Columbia, arrancó su carrera en el estudio Alfaro en Estados Unidos hasta que el 20 de diciembre de 2001, tras ser testigo presencial de la caída de las Torres Gemelas, decidió junto a su mujer volver a la Argentina natal.
“Terminé el secundario, hice la maestría en el exterior, y trabajé en los Estados Unidos y Brasil. Siempre quisimos volver pero no me decidía. La primera vez que rompí con el paradigma de que todo lo que está afuera es mejor fue por este evento catastrófico que nos dejó petrificados durante horas. Vivimos de cerca cómo se desenvolvían esos hechos increíbles y no los podíamos procesar. Ese 11 de septiembre supimos que nuestros hijos se criarían en la Argentina y tomamos la decisión de regresar”, recuerda sin eufemismos. Es que su carrera está llena de puntos de inflexión. Hoy recorre a diario el breve camino desde su casa en Tigre hasta la casa de San Isidro en la que las habitaciones encuentran a líderes de distintos equipos, el living es un eje de reuniones cross y la parrilla el punto de encuentro de cada viernes para compartir resultados, desafíos y por qué no dificultades propias de una start up con altísimo nivel de federalismo en sangre. Muchas veces se detiene en silencio y mira el funcionamiento de un proyecto que implementó tras un año sabático, el único que se tomó en toda su carrera.
La apuesta de Nuqlea es competir en el mercado de materiales de construcción de América Latina, que mueve anualmente unos US$150.000 millones y en el que solo el 3% de las transacciones se ejecuta digitalmente. Primero en la Argentina, y luego en Brasil y México como próximas escalas. Pero con un concepto distinto: una plataforma digital, de lógica circular, que conecta a los fabricantes con las pequeñas y medianas constructoras y desarrolladoras. Generan transacciones pero también financiación, logística y asistencia técnica. “Nosotros no tenemos activos propios (no tenemos depósitos, camiones, locales, ni inventarios) y eso hace más eficiente, transparente y democrático el acceso a materiales de construcción”, se entusiasma el ex CEO de Dow y de Vista, y también expresidente del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA). De ahí que quieren convertirse en el Uber o en el Spotify de la construcción con una mirada en escalas: primero local, luego regional y en un futuro global.
Nuqlea tiene hoy 23 empleados, cerca de 60 fabricantes aliados y transacciones en todas las provincias del país con ventas mensuales que llegaron a US$2 millones antes de la caída del mercado de este 2024, que fue demoledor para el sector de la construcción principalmente por el parate de la obra pública.
“Cambiar de traje corporativo por el de emprendedor fue un cierto grado de valentía, de despojarme del personaje, de dejar el cargo, dejar el status y tratar de ver qué es lo que me definía a mí como persona en esos roles, no siempre en la lógica del hacer, en la lógica de transformar. Ese fue el hilo conductor que me fue llevando de Dow a Vista o a un proyecto social que cambió mi vida y mi mirada para siempre como fue #SeamosUno”, recuerda.
Esa iniciativa solidaria que fue un puente a hoy, comenzó un 17 de marzo de 2020, tres días antes de que se decrete la cuarentena en la Argentina, a través de una conversación de WhatsApp que tuvo Remy con el sacerdote jesuita y politólogo Rodrigo Zarazaga, un conocedor profundo de las dificultades de las barriadas más pobres. “¿Propuestas? Estamos armando reuniones de equipo pero por ahora solo ideas generales”, reportó Remy. Hacía días que venían pensando iniciativas con distintas empresas. Inicialmente se les había ocurrido que podrían confeccionar equipos sanitarios para asistir durante la pandemia. La respuesta de Zarazaga fue contundente: “Morfi y logística para repartirlo. La otra opción es sentarse a esperar los saqueos. Ya han optado con anterioridad por la segunda en un par de ocasiones”. Casi un ultimátum. A partir de ese intercambio ocurrió algo inédito: el empresariado más poderoso del país puso sus mejores recursos para asistir a los más necesitados y tratar de contener un posible desborde social que recuerde a lo ocurrido en 2001, una crisis que Zarazaga recuerda bien después de que entraran a saquear la parroquia que estaba a su cargo.
“Lo conocí en un Coloquio de IDEA en el que nos pegó unas buenas piñas. Nos dijo que debíamos tener una mirada más inclusiva, más integral y sobre todo, una mirada de impacto social, además de todas las cosas que nosotros en ese momento promovimos y seguimos promoviendo como integración al mundo, eficiencia, productividad y competitividad. Fue un antes y después en mi vida”. Pero sobre todo, de esa experiencia entendió que “la potencia, la transparencia, la eficiencia del sector privado con el mundo territorial, la empatía, la cercanía con la gente, las religiones y el tercer sector es algo que tendríamos que hacer todo el tiempo y que demuestra que cuando transitamos juntos el mismo camino con objetivos comunes los resultados se logran”.
Liderazgos puente
También juegan el tiempo y las necesidades individuales en el devenir profesional. “En la primera mitad de mi carrera hubo mucho de poner herramientas en la mochila, el idioma, el conocimiento técnico, el conocer otras culturas, el entender otros negocios. Y después hay otra mitad de la carrera que es cuando vuelvo a la Argentina, que lo que uno sube a la mochila se movió a un lugar mucho más de búsqueda trascendental. Ya no se mira el metro cuadrado propio sino mucho más allá”, resume Remy.
El momento en que se organiza la plataforma empiezan a aparecer los otros jugadores: la logística, el financiamiento, la asistencia técnica, el sector público y ahí entra una lógica que el también exrugbier cree que trae intuitivamente de sus vidas anteriores, que es la búsqueda de ecosistemas colaborativos que requieren atributos de liderazgos diferenciados. “Cada vez estoy más convencido de que lo que se necesita para esta época son liderazgos puente porque no termina este mundo y empieza otro ni termina el presente y empieza el futuro. Son capas que se van interconectando, interrelacionando. Los liderazgos más exitosos son los que cruzan miradas y mundos”, describe convencido. Y agrega: “Es que a lo largo de mi carrera empecé a ver que a veces vivimos en microclimas que nos van condicionando.