El despertar de María Fernanda Viola tras un despiadado ataque
María Fernanda Viola, con 55 años para marzo de 1975, abrió los ojos luego de estar sumida en un coma durante cuatro meses. Su vida y la de su familia cambió para siempre aquel fatídico 1 de diciembre de 1974 en Tucumán, cuando fueron emboscados por una unidad del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). La sangrienta escena llevó a la muerte a su padre, el capitán Humberto Viola, y a su hermanita de 3 años, María Cristina, asesinados a quemarropa.
Los Viola tenían una tradición, casi sagrada, de visitar cada domingo a los abuelos paternos de María Fernanda. Aquel día maldito viajaban en automóvil. María Fernanda, junto a su hermana, se encontraba en la parte trasera del vehículo, mientras que su madre, “Maby”, embarazada de 5 meses, se sentaba a la derecha del volante que manejaba Humberto.
Para entender el horror que vivieron los Viola, hay que recordar dos cosas. Primero, este ataque atroz ocurrió en plena democracia. Segundo, Humberto Viola era un hombre de paz, dedicado a su trabajo y a su familia y no estuvo involucrado en acto represivo alguno. Su “crimen” fue simplemente portar un uniforme.
El recuerdo de María Fernanda sobre aquel fatídico día
María Fernanda relata con detalle el momento en que su vida cambió por completo. “Estábamos en Ayacucho al 200, cerca de la casa de mis abuelos. Mi mamá se bajó para abrir el portón y de repente comenzaron los disparos. Nos rodearon tres coches del ERP que empezaron a disparar sin piedad. Mi papá, en un acto de valentía, se bajó del auto y atrajo los disparos hacia él para protegernos. A pesar de estar herido, logró correr hacia una esquina, donde fue rematado con un tiro por la espalda. Mi hermanita, María Cristina, también fue asesinada. A mí me alcanzó un tiro en la cabeza. Quedé inconsciente. La única que salió ilesa fue mi madre. Sobreviví gracias a su rápido actuar.”
Las secuelas del ataque y la lucha por la justicia
María Fernanda pasó meses en coma y tuvo que someterse a ocho cirugías en la cabeza. A pesar de todo, no perdió años de escuela. Las secuelas físicas que le quedaron incluyen la falta de dos huesos en la cabeza y una limitación visual llamada hemianopsia altitudinal. Aunque tuvo que superar muchas adversidades, hoy es madre de dos hijos: Felicitas María y César Agustín.
Después del ataque, su familia tuvo que abandonar su hogar en un edificio militar y se mudó con su abuela materna. Más tarde, su madre reconstruyó su vida y se casó con un hombre que María Fernanda considera su padre.
Los responsables del ataque a la familia Viola fueron capturados y condenados, pero fueron indultados en 1989. Desde entonces, la familia Viola ha luchado para que se revoque el indulto y el crimen sea considerado de lesa humanidad. En 2016, presentaron una denuncia en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Aunque la lucha por la justicia ha sido larga y desgarradora, María Fernanda sigue adelante. “Soy consciente de que hay gente de otros sectores que también han sufrido muertes o desapariciones y les tiendo la mano para construir un país juntos”, dice ella.