El asesino a sueldo y su método discreto
Para pasar inadvertido en eventuales controles de tráfico, el asesino a sueldo utilizó un vehículo sin denuncias por robo. Además, optó por uno que no destacara en los barrios donde se encontraban sus víctimas: Flores, en la Ciudad de Buenos Aires, y La Matera, en Merlo.
Una incógnita que persiste para los investigadores judiciales es determinar si el primer asesinato fue un error en la identificación de la víctima. Aún no se ha podido confirmar si Omar Ovidio Condarco Collisaya fue una víctima accidental que el asesino a sueldo eliminó en la acera del bar situado en San Pedrito al 500, confundiéndolo con Ramón Adán Zurita, de 67 años, quien fue asesinado veinte horas después, en Merlo.
En los últimos seis meses, Zurita intentó escapar de aquellos que lo amenazaban y entraron en la casa de su esposa. Hasta que finalmente fue asesinado de la misma manera que Condarco Callisaya, en un lugar que Zurita frecuentaba y con el que estuvo vinculado profesionalmente.
El asesino del Corsa gris
Lo que está claro es que, según una investigación judicial, el asesino a sueldo del Corsa gris eliminó a dos hombres con veinte horas de diferencia, uno en la Capital y otro en el conurbano. Ambos asesinatos por encargo fueron llevados a cabo con la misma técnica: un tiro en la cabeza, disparado con una pistola de calibre 9 milímetros.
Al examinar las escenas de ambos asesinatos, los peritos encontraron un casquillo de ese calibre junto a ambos cuerpos. Para atacar a las víctimas, el asesino siempre utilizó el mismo vehículo, un Corsa gris con ciertos detalles distintivos.
En ambos casos, el Corsa gris con las características mencionadas apareció en las grabaciones de las cámaras de seguridad instaladas en las inmediaciones de San Pedrito al 500, en Flores, y en Nolasco Flores y Hurtado, en el barrio Matera, de Merlo, donde el asesino eliminó a sus dos víctimas.
Asesinatos precisos y rápidos
Los disparos con los que el asesino a sueldo eliminó a ambos hombres fueron precisos: a la cabeza. Un disparo para cada víctima. Ninguno de los hombres asesinados tuvo la oportunidad de defenderse o de escapar. No vieron llegar al asesino. No sospecharon que el homicida estaba a bordo del Corsa gris. No escucharon frenazos ni las típicas explosiones de los tubos de escape de las motocicletas. En ambos asesinatos, no pasaron más de diez segundos entre la intercepción, el disparo y la huida.
Según fuentes policiales y judiciales, Condarco Collisaya, de nacionalidad boliviana, fue asesinado en San Pedrito al 500, al salir de un bar que funcionaba como centro nocturno encubierto y que estaba a la vuelta de un local clausurado tras ser allanado como resultado de una investigación por trata de personas.
Este local situado en la avenida Directorio entre San Pedrito y Lafuente, donde se explotaba a mujeres en situación de vulnerabilidad, fue incendiado. Las circunstancias de cómo se inició el fuego todavía están bajo investigación, debido a que en la Justicia federal no se descarta que haya sido un incendio intencional para perpetrar un fraude con el seguro.
Ambos establecimientos estarían conectados por pasillos interiores. En el caso del bar situado en San Pedrito al 500, donde el 31 de diciembre a las 7.15 fue asesinado Condarco Collisaya, era frecuentado por Ramón Adán Zurita, de 67 años, quien había trabajado como jefe de seguridad en ambos lugares, donde se explotaba sexualmente a mujeres. Este sería el vínculo que une a Zurita con la escena del primer homicidio.